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Discurso irónico del docente y la otredad en la escuela

  • Lina M. G. / Jonathan P.
  • 4 oct 2017
  • 5 Min. de lectura



La otredad es todo aquello que me rodea, es eso que no soy yo. Ésta permite la emancipación del yo como sujeto de una sociedad, en este caso la emancipación del yo como docente o como estudiante, es decir que hay otredad cuando hay una liberación de mi propio yo como prioridad, para priorizar al otro. ¿Se cumple ésto en la sociedad? ¿Piensa usted que la otredad ha sido la protagonista en nuestra historia como sociedad? ¿Somos los seres humanos por naturaleza autoritarios y egoístas o por el contrario humanos y solidarios? ¿Es importante enseñar acerca de la otredad en la escuela?


Está claro que el otro, puede ser un estudiante, un vecino, mi pareja sentimental, mis padres o simplemente un desconocido. La otredad es pensar al otro desde la filosofía, es decir, “ponernos en el zapato del otro” como coloquialmente se afirma. Es pensar al otro desde sus necesidades y comprender su existencia en el mundo como parte de la nuestra. Sin embargo, resulta un poco difícil pensar en el otro y dejar de pensar en mí, así sea por un instante como acto de solidaridad, resulta difícil en una sociedad capitalista y de competitiva. Todos sabemos que, existen diferencias innumerables en cada uno de nosotros, diferencias que causan una relación conflictiva, por la complejidad de entender al otro desde sus gustos, preferencias, decisiones o estilos de vida que no van con la nuestra. Un claro ejemplo de lo mencionado llevándolo a un contexto educativo, puede ser el hecho de ser un docente preocupado por la formación no tanto académica sino personal y humana de un niño en especial por su manera conflictiva de actuar. Es aquí donde quizá se presenta una interpelación directa entre docente y estudiante, es decir, ninguno de los dos se toleran y ninguno de los dos está de acuerdo con el otro. En ocasiones, tenemos la oportunidad de conocer a un otro, que interpela con mi forma de ser, mi forma de pensar, de actuar, de sentir y de decidir. Cuando ésto ocurre, ese otro es capaz de hacerme pensar fuera de lo establecido, fuera de las normas que establecí dentro de mi misma, de lo que me agrada y fuera de lo que me brinda da tranquilidad para así generar conflicto con lo que soy y he construido.


El ser humano se considera como su “totalidad” en el mundo, es decir, que se considera como el centro de su mundo sin detenerse a pensar en el otro. Ese otro que hace parte de nuestro vivir, ya sea en un contexto laboral, académico o familiar. Existen situaciones o actitudes que nos transgreden, porque claro está que somos distintos y lamentablemente no muy solidarios con aquellos que son diferentes a mí. Aún así tener una relación con el otro que es distinto a mí, darme la oportunidad de escucharlo sin quererlo cambiar y entender su contexto o su pasado, su presente y su forma de vida, me permite descubrir eso que no conozco de mí y que no conozco de aquel. Podemos descubrir eso que me falta mediante un acto comunicativo de tolerancia en el cual el reto es tolerar a ese otro que me indispone, que interrumpe en mí, y probablemente la mejor manera para tener una mejor relación con esa otredad, sea una manifestación de cariño, quizá un halago, una caricia o un detalle.


Podemos afirmar que en todas las situaciones y contextos existe una otredad, ¿Por qué? porque siempre estamos rodeados por el otro, nunca estamos solos, somos una sociedad y siempre el otro será parte de nuestra vida. Por ejemplo, la relación conflictiva o grata que se desarrolla entre un docente y un estudiante, es algo de todos los días en una escuela, colegio o universidad, es una realidad actual que el conflicto ahora es aún más grande y complejo, la sociedad ha cambiado y la escuela ha tenido que ajustarse a ella. Las relaciones interpersonales pueden basarse en el conflicto y desacuerdo constante, no

necesariamente por los ideales sino por los ideales de ese otro que me interpela. Pero, puede basarse también en la confianza y admiración, estimación o respeto.


Hace algunos años, el profesor era quien tenía la última palabra, lo que él decía se hacía y era visto como una figura de respeto, obediencia y autoridad tanto para padres de familia como para los mismos adolescentes. Por el contrario, hoy día podemos ver que los tiempos han cambiado, quizá de una manera positiva pero negativa también. La educación nunca será un campo de perfección, somos seres humanos y por ende, tanto adultos, jóvenes y niños suelen equivocarse y actuar según sus emociones. A lo que me refiero es que, el estudiante se enfrenta al docente en la actualidad, contesta con una actitud insolente, reta las metodologías y pone en cuestionamiento todo aquello que le disgusta, es capaz de generar conflicto en el aula y por ende un ambiente incómodo para todos si así se lo propone. La juventud ya no es sumisa, la juventud ya no es débil y por ende, la juventud ya no es el otro.


Haciendo hincapié en la otredad desde dichas relaciones,, son muchas las situaciones que generan preocupación, es importante que el estudiante sea un crítico participativo en su formación académica, siempre y cuando sea respetuoso, solidario y considerado con la labor docente que no resulta nada fácil. El docente debe actuar de la misma manera e incluso dar ejemplo, la ironía no puede ser un alcance pedagógico con fines personales de defensa y ofensa, es decir, con el objetivo de burlar o ridiculizar a ese estudiante que me interpela. Por el contrario, la ironía tiene el propósito de amenizar el acto comunicativo con un tono agradable y cortés, ya que una de las principales características de la ironía es la entonación - Cestero (2006), nuestra manera de dirigirnos a las personas puede marcar la diferencia entre conflicto y solución. Kočman (2011) dice que la ironía puede ser vista desde la expresión corporal, nuestros gestos pueden generar agrado o desagrado según el mensaje que se quiera emitir y la intencionalidad del mismo puede ser vista sin ninguna dificultad, por cuanto somos seres expresivos, y en ocasiones nuestra expresión física manifiesta mucho más que la expresión oral. Es por esta razón, que encontramos una relación intrínseca entre ironía y la otredad; al expresar lo que siento y pienso, debo tener presente diferentes aspectos que puede dañar a ese otro y por ende, mi relación con él.


La otredad abarca infinidad de contextos, hace parte de lo humano y de lo que somos. Sin embargo la otredad en el contexto educativo resulta ser protagonista y un aspecto relevante en el aula, nuestro discurso y manera de transmitir conocimiento debe ser amable, estratégico y humilde, la prepotencia y la humillación, la burla y las ofensas mediante sátiras y mensajes desagradables, no son la manera de formar. Como maestros, no podemos considerar al otro como alguien débil, en este caso al alumno, sino como un otro que viene a enseñarme situaciones adversas para así enriquecerse, aprender y construirse como profesional y como persona.




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© 2017 por Daniela Moreno Sánchez.

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