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¿Quién es el otro ?

  • Ingrid Carolina y Daniela
  • 19 oct 2017
  • 5 Min. de lectura


Es necesario problematizar la escuela y redefinirla. Para ello, partimos de las preguntas sobre lo importante que es el otro, en cómo establecemos un vínculo con los sujetos que están en la escuela y cómo llegamos a comprender sus necesidades. Es por esto, que tomamos como referencia a Levinas (1977) en su texto “Totalidad e infinito” donde plantea que “El Otro” es “lo absolutamente Otro”, en el cual, el Otro por corresponder a esa idea es inabarcable e inaprensible por ninguna estructura totalizadora, o universal que lo englobe, incluso así la escuela lo desee. Por esta razón, es imprescindible la tarea de pasar de las meras ideas a llegar hacer empatía con el otro, porque al hacerlo, se hace lo posible por no sólo pensar en el problema que tiene sino por comprenderlo en su otredad.


Partiendo de lo anterior, pensar en el otro nos hace reconsiderar la mirada del “Yo” superior al “Otro” y así, dar una reconstrucción - resignificación de “ El Otro”. Porque siempre El Yo creará un muro (seguridad en el sentido de mismidad) que se vuelve invisible cuando afuera de ese muro se busca la comprensión. El Otro, en su inadecuación, es el que nos permite llegar a comprender la excedencia de su ser. Lévinas plantea la posibilidad de romper el encantamiento que se genera cuando se intenta poseer al otro, esa totalidad donde la subjetividad y la infinitud del otro quedan encalladas, siendo el sujeto cautivo de sí mismo.


De este modo, Levinas sugiere buscar una trascendencia basada en el concepto de infinitud, definida por su condición de absoluta exterioridad. Es decir, la trascendencia exige una distancia, una separación del Yo con el Otro. Pero, esta relación es irreversible y si así no lo fuese el Otro sería englobado por el sistema, simplemente absorbido en él y por el Mismo. La relación con el Otro se abre a modo de responsabilidad hacia una persona inenglobable. Por ende, lo infinito se refiere a ese momento donde la ruptura se ofrece como desbordamiento y como posibilidad de in-contención, en otras palabras, en la fisura se tiene en cuenta la experiencia vivida, es justo el lugar donde se puede superar la totalidad y surge La Escuela Otra que posibilita la construcción de conocimientos.


-Entonces, ¿quién es el otro? ¿qué dice el rostro del sujeto al que definimos?¿para qué intentamos enseñarle algo a alguien si no sabemos quién es?-


Para Levinas, el otro posee un rostro y ese rostro es representado por el huérfano, la viuda y el extranjero. El Infinito en el Otro se nos revela a través de la mirada y la luz, porque es la presencia. De ahí que, la relación con el otro es con un ser que se hace carne a través del Rostro y la palabra. El Otro no es meramente alguien que se comunica; más allá, es alguien que acontece, es “Rostro que significa”, porque el rostro en sí mismo es un discurso. En síntesis, el Otro es un ser encarnado con Rostro que demanda una respuesta más allá de lo dicho, y una responsabilidad que nos permite asumirlo como alguien sobre el cual “no puedo poder” (Lévinas, 1977, p.63).


Al definir la concepción del rostro, el rostro es algo distinto de los rasgos característicos de una persona que se ofrecen a la mirada. No debe entenderse por el uso habitual que se le asigna, sino que tiene sentido desde el punto de vista ético. Levinas dice en “Ético e infinito” (2000) que al hablar de la mirada dirigida hacia el rostro, la mirada es sencillamente conocimiento, percepción. Pero, el acceso al rostro es, ético. Por esto, “la mejor manera de encontrar a otro es no darse cuenta ni del color de sus ojos”.


Hablar del sentido ético del rostro nos direcciona en dos momentos. Por un lado, el rostro se manifiesta en su desnudez: está siempre expuesto y amenazado. Pero, al mismo tiempo ordena y dirige al sujeto. No obstante, pese a su debilidad y a su indigencia, el rostro excede toda posible descripción. Y, sencillamente, quien crea tan solo tener cercanía del otro respecto al rostro, estaría acumulando detalles, no estaría captando más que una imagen extraña del rostro. Para Levinas, percibir un rostro es algo que se vive como un sobrecogimiento que no deja tiempo para mirarlo al modo como se contempla una imagen o un paisaje. Para él, es necesaria la insistencia en el carácter vulnerable del rostro -la parte más desnuda del cuerpo-, y evalúa cómo la falta de protección se impone a quien lo observa a la vez como una dualidad que invita al asesinato y como una absoluta prohibición de ceder a tal tentación. A pesar de todo, el rostro en su vulnerabilidad se expresa en lo sensible pero a la vez lo desgarra. Y a partir de ahí, en la fisura sólo es posible la apertura hacia lo nuevo, lo desconocido.


Entonces resulta que, hay un otro del cual lo único que logramos comprender es un rostro, que está siempre ahí y que se encuentra en el borde a la espera de una respuesta. El otro está en constante construcción de sí mismo y es por eso que se escapa de la totalidad, llamando la atención porque no encaja en las coordenadas tan delimitantes que busca ese Yo (la escuela) al fagocitarlo o disolverlo dentro de sus propios parámetros. Pero, como ese otro no se adapta a dichos parámetros pues no existe y se le excluye permanentemente. Mientras que, nuevamente el otro golpea, irrumpe y desestabiliza. Las razones de la totalidad son las únicas válidas y suele amenazar o interpelar todo aquello que está en el borde-límite-fisura. La totalidad es la explicación del sí mismo en la educación “yoica”, por eso, se centra en el yo que requiere la matanza de la realidad. A causa de esto, la mismidad está destinada a consumirse a sí misma, a fagocitarse porque no hay otra manera. Más aún, hay un Yo “ego” muy fuerte que no acepta el OTRO. Sin embargo, para que exista la infinitud, la trascendencia y la realización, necesitamos ver lo emergente en la relación con lo distinto, porque, si no emerge la diferencia, poco pensará o se reconocerá la educación.


El mundo se compone de un sentido sobre el “yo” centralizado. Hay mucho “yo” pero poco “otro”. Esta complejidad se resuelve en sí misma a partir de los elementos totalizantes que en ella se encuentran. Pero, es necesario, arrojarse, sacudir y matar el yo, entender el mundo como un devenir de alteridades. Comprender que el yo es un Otro más. O sea, hay un otro buscando de Otro. Y se resuelve con que la primera persona no es yo, es nosotros, porque esa persona es el precedente primigenio, esto es, un nosotros con minúscula.


“La escuela debería construir una realidad. La escuela debería ser un centro de producción de ideas, un centro de creatividad.”



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© 2017 por Daniela Moreno Sánchez.

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